¡Cuánta decepción hay en el mundo entero!, el mundo no va a avanzar mientras las personas que se tienen a un lado te decepcionan una y otra vez, te dejan así sin más opciones que empezar de nuevo, a cada nuevo día. No hay construcciones históricas, no hay más que la posibilidad de repetir una y otra vez comienzos, inicios, desarrollos, todo, para llegar a una nueva decepción, todo para quedarse callado sin poder reclamar ¡me has quedado a deber!
¡Me debes un chingo de cosas!, y no lo puedes decir porque el otro no te quiere oir, no te quiere prestar atención para no reconocer sus errores, para poder seguir viviendo y tolerarse a sí mimo, no te quiere oir para no verte a sí mismo, para poder olvidar un poco lo cruel, lo mezquino, lo pusilánime que es con aquellos a quienes decepciona.
Así es la vida de todo ser humano, día tras día. Ésa es la base sobre la que los pueblos se desarrollan; la humanidad está siempre triste, lo trae en su ser, y así toda lucha, no pimporta con qué objetivo se ejecute o se intente, no da frutos, por eso pasan y pasan los siglos y los años y el hombre no mejora, y no creo que lo haga jamás. Somos unas pobres criaturas víctimizando al otro, víctimas de nosotros mismos.
Por eso, en efecto, me quedaste a deber muchas cosas después de todo este tiempo juntos, me quedaste a deber cosas que ya no me puedes dar nunca, pero tienes que saberlo, te lo tengo que decir porque me ahoga no poderlo hacer. Tal vez, es más, sé que lo sabes, sabes que te quedaste corto, que nunca cubriste los déficit, que muchas promesas no fueron cumplidas, que dejaste que el temor te dominara y nunca declaraste a los cuatro vientos que yo era tu mujer. Me quedaste a deber noches de amor, me quedaste a deber mañanas en el sofá, me quedaste a deber risas y besos y me quedaste a deber tamabién honestidad, sinceridad, dignidad. Me quedaste a deber tu lucha, me quedaste a deber amistad, me quedaste a deber pensamientos, recuerdos, garabatos en un cuaderno. Me quedaste a deber verdades, me quedaste a deber lealtad, gratitud. Me quedaste a deber, pero sí demandabas todo de mí, yo que al principio me negaba a entregarme porque veía claramente el futuro, con el paso del tiempo terminé por engañarme a mí misma y quise creerte con todo el corazón y entonces te di con creces y todo fue al revés. Mientras más te di, menos recibí. Mientra más transparente fui, más opaco fuiste tú. Me debes claridad. Mientras más sabías de mí, más mentiras y omisiones. Me debes la verdad. Me concentré en lo bueno, aprendí a amar la parte que me dabas, aprendí a no solicitar lo que no me dabas, pero a la vuelta del tiempo me sales debiendo. Porque en esta ecuación lo que fue de ida no regresó con la misma intensidad y de la misma forma. Por eso, sólo por eso te aprovechaste de mí, gozaste del amor sin cultivarlo, gozaste de mí si entregarte.
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